Google o cómo encontrar una aguja en el pajar

Todo ello es obra de dos jóvenes veinteañeros. Uno de ellos, Larry Page, llega al trabajo en patinete. El otro, Sergey Brin, no se separa un momento de un stick de hockey, con el que juega en el aparcamiento de la empresa dos partidos cada semana. Además de ellos, el tercero en discordia es Urs Holzle, que no va al trabajo en patinete ni juega al hockey, pero que tiene un perro como fiel compañero del que se separa lo menos posible. Los dos primeros son los fundadores de Google y el tercero es quien ha conseguido que la compañía esté en el mercado en las mejores condiciones financieras.

La cuarta pata de esta silla llegaría en agosto de 2001.

En ese momento Page y Brin se nombraron presidentes de la compañía y dejaron la dirección ejecutiva a Eric Schmidt, hasta entonces responsable de Novell. Es sin duda, a sus 46 años, el abuelo de una empresa en la que la edad media de los trabajadores no llega a los 30 años. Su función es simple: dar solidez financiera a Google. Sin duda, Schimidt estaba feliz el día de su nombramiento porque no tuvo que enfrentase a ninguna de las turbulencias que han afectado a las empresas de Internet durante los últimos dos años: “Somos rentables y no estamos entre las compañías que no han comprado lápices durante un trimestre para poder alcanzar la rentabilidad”.

En realidad, la historia de Google no se sale de los cánones tradicionales de otras similares que conocemos. Dos chicos se conocen, conectan y deciden trabajar juntos para innovar y ofrecer un buen producto al mercado. Es lo mismo que ocurrió muchos años atrás con Hewlett y Packard (HP), Jobs y Wozniak (Apple), Clark y Andreesen (Netscape), Filo y Yang (Yahoo) o Gates y Ballmer (Microsoft).

Larry Page es el producto de su padre, profesor de Ciencias de la Computación en Michigan, que a los seis años le puso a jugar con los ordenadores. En esa universidad estudió Page y allí recibió más de un premio. Después, emigró a Stanford para hacer el doctorado en Ciencias de la Computación. Y allí fue donde conoció a Sergey Brin, nacido en Moscú y que realizó sus primeros estudios universitarios en Maryland. Page tenía 22 años y Brin, uno menos.

La primera impresión cuando se conocieron no fue demasiado buena. “Larry me pareció detestable. No paraba de hacer bobadas”. Nada hacía presagiar que la relación entre ambos se fuese a estrechar, pero ocurrió. Y todo por culpa de su coincidencia en el tema de los buscadores; ambos pensaban que los buscadores de Internet de entonces eran absurdos porque clasificaban las páginas según las veces que se repetía en el texto la palabra que querías encontrar. Había aparecido el punto de unión entre ambos; el embrión de Google, un motor que actúa como una fórmula matemática que combina 10.000 millones de variables. Por eso le dieron ese nombre: Googol; es decir, un uno seguido de cien ceros.

Las versiones sobre quién es el responsable del nombre difieren. Unos dicen que se lo puso el matemático Edward Kasner. Otros, sin embargo, señalan que fue un niño de nueve años, sobrino del matemático, quien acuñó, sin querer, ese término.

Fuentes de ingresos

Sus ingresos provienen, principalmente, de la venta o alquiler de su sofisticado programa a otras empresas, generalmente portales generalistas, aunque no son los únicos que utilizan su paquete de tecnología. La otra fuente de la que se alimenta es la publicidad, y aquí también juega con ventaja. Sus competidores tienen la política de vender espacios publicitarios en bloques y esto hace que, cada vez más, los anuncios se integren en los contenidos, una situación con la que no está de acuerdo Google, que mantiene sus páginas limpias de inserciones publicitarias animadas con gráficos. Los anuncios se ofrecen en formato de texto en la parte superior y se identifican claramente como enlaces patrocinados.

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